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AMLO RESULTÓ KEYNESIANO

Alejandro Mario Fonseca

Hace seis años le comentaba del miedo de muchos mexicanos a que López Obrador gobernara para favorecer a los pobres quitándole a los ricos. No sucedió, él lo decía y lo sigue diciendo: de lo que se trata es de acabar con la corrupción para que el gobierno cuente con mayores recursos que le permitan combatir la pobreza.

La pobreza es la situación de no poder, por falta de recursos, satisfacer las necesidades físicas y emocionales de una vida digna, como la vivienda, la alimentación, el agua potable o la electricidad. Puede afectar a un grupo de personas o a toda una comunidad.

La miseria por su parte, ocurre cuando la persona no puede acceder a la canasta básica de alimentos (los suficientes para una nutrición sana), ni a la canasta básica de bienes y servicios (servicios públicos, salud, educación, vivienda o vestimenta).

Esos son los conceptos que utilizan instituciones como el Banco Mundial (BM) o el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Estos conceptos, aun cuando no son exhaustivos, ayudan a comprender el problema.

¿Hay riqueza gracias a la pobreza?

Y ahora sí, entremos en materia, ya le he comentado apoyándome en la comedia Pluto de Aristófanes: son precisamente los trabajadores pobres, los que hacen posible que el mundo capitalista funcione. Pero esto no puede seguir así, porque incrementa la miseria y la violencia

Al decir esto, de ninguna manera estoy demeritando la contribución de los otros factores de la producción, los empresarios que invierten sus recursos, los profesionistas, ingenieros, licenciados y demás, que hacen que la empresa sea rentable y competitiva.

Lo que quiero subrayar es que no necesariamente una empresa tiene porque basar su competitividad en los bajos salarios de sus obreros y empleados. El famoso “salario mínimo” mexicano era una aberración histórica que impide un verdadero desarrollo económico. AMLO lo está demostrando.

Y esto último no quiere decir que el obrero deba ganar lo mismo que el técnico especializado o que el gerente de la empresa. No, sino que sencillamente debe mejorarse su situación salarial, lo que se está traduciendo en mayor bienestar social y en mayor consumo y por lo tanto en crecimiento económico.

Estaríamos hablando de una “pobreza digna”, ya más cercana a la “clase media” y más alejada de la miseria. Pero en cuanto a la miseria, esta sí que hay que combatirla frontalmente y con todos los recursos del Estado. Y se está haciendo.

Esto, dicho así tan rápida y sencillamente es la esencia de la teoría económica conocida como Keynesianismo.

John Maynard Keynes

En 1936 John Maynard Keynes escribió su Teoría general del empleo, el interés y el dinero, como respuesta a la Gran Depresión de 1929. Su teoría está basada en el estímulo de la economía en épocas de crisis.

La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos.

El interés final de Keynes fue intentar dotar a las instituciones nacionales e internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Este control se ejercería mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó política fiscal. El objetivo era el del “pleno empleo”.

La justificación económica para actuar de esta manera parte, sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en

la demanda agregada. Y esto es precisamente lo que López Obrador ha hecho con su proyecto transformador.

Así que AMLO resultó neo keynesiano y lo más sorprendente es que lo ha estado haciendo sin desmantelar los “éxitos” del neo liberalismo, es decir aquellos sectores como el automotriz y el de ensamblaje de aparatos y dispositivos electrónicos, por citar dos ejemplos.

Sí es posible impulsar una economía heterodoxa en la que el México neo liberal de los ricos, enfocado a la economía global, a la del Tratado de Libre Comercio (hoy TEMEC); pueda coexistir con el México olvidado, el del sur del país, donde millones de mexicanos viven en la pobreza extrema, en la miseria: en donde AMLO le está apostando al “pleno empleo”.

Apología de la pobreza

En Pluto (el dios ciego de la riqueza), la comedia de Aristófanes que ya le he comentado, el personaje alegórico de la Pobreza intenta una apología de sí misma. Veamos un par de diálogos:

Cremilo. – Hay muchos entre los hombres que, aun siendo malvados y sin justicia, nadan en riquezas, acumuladas injustamente. Y otros que no tienen tacha moral ni social, están en la miseria y se mueren de hambre. Esos son los tuyos, Pobreza.

Y lo digo a pecho abierto: Cuando Pluto recobre la vista, acabará con todo eso y ese será el mejor camino para procurar el mayor bienestar a los hombres.

Pobreza. – Pues si Pluto recobra la vista y va repartiendo sus dones por igual a los hombres, ya no habrá nadie entre estos que se dedique al arte ni a la ciencia. Hechas a un lado artes y ciencias, ¿habrá quien quiera y sepa forjar el hierro, construir un barco, coser las telas, o fabricar ruedas, ser zapatero o fabricar ladrillos, lavandero o peletero?

¿Va a haber quien quiera hendir el suelo con arado duro para allegar los dones de la Diosa, cuando todo lo han dispuesto para vivir ociosos sin tener preocupación por todo esto?

Conclusión

Más claro imposible: sin pobreza no hay riqueza. Pero no hay que perder de vista que la escena está sucediendo en la Grecia antigua. En las sociedades modernas todos trabajamos, bueno casi todos.

Trabajan los obreros, los empleados, los técnicos y los ingenieros, los comerciantes, los científicos y los artistas, etcétera; incluso los empresarios responsables tienen que estar continuamente planeando e innovando.

¿Quiénes serían los ociosos en el México de nuestros días? Aquellos corruptos que amasan grandes fortunas engranados al favor de los malos políticos; aquellos que viven de los vicios y de las debilidades de un pueblo abandonado a su suerte.

La austeridad republicana y la pobreza “digna” como alternativa al consumismo y al despilfarro, resultan la clave para un verdadero desarrollo sostenible. A Claudia Sheinbaum y sus colaboradores todavía les queda mucho trabajo por hacer.

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