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CARTA A LAS Y LOS ASPIRANTES A LA ALCALDÍA DE SAN PEDRO CHOLULA

Alejandro Mario Fonseca

Está de moda hablar de desarrollo sustentable. Hoy en día casi todo el mundo se dice ecologista sin saber bien a bien de qué hablan. Incluso hay quienes viven del discurso ecologista y son los peores detractores de la ecología; es más viven de la mentira y del abuzo.

Son oportunistas, se han aliado con todos los partidos. Primero con la caricatura del otrora ogro filantrópico llamado PRI gobierno; después con el PAN y ahora con la 4 T de AMLO que los necesita por sus votos en el Congreso. Además, son “exitosos”, gozan de riquezas e impunidad: pertenecen al clan del niño verde.

Dicho lo anterior, entro en materia. Lo primero que hay que decir, es que el término “sustentable” es erróneo, no existe en español. Lo correcto es decir sostenible. Sustentable es aquello que se puede defender con razones. En cambio, sostenible es aquella cosa o acción que se puede mantener, sostener, a lo largo de un tiempo razonable.

Y para poder entender qué es el desarrollo sostenible, también hay que aclarar qué es el desarrollo. Y resulta que el desarrollo no es simple crecimiento como muchos economistas neoliberales creen.

El desarrollo económico si es el incremento en la producción de bienes y servicios, pero no nada más, también debe incluir el incremento en bienestar social; es decir debe incluir inversión en salud y en educación, por lo menos.

Además, el desarrollo sostenible es aquel que no daña el medio ambiente, pero no nada más en el futuro inmediato o en el mediano plazo, sino en el tiempo largo.

En suma, el desarrollo sostenible es aquel en el que se logra crecimiento económico con la creación de nuevas empresas, públicas y privadas, manteniendo un medio ambiente limpio, en una sociedad en la que se garantiza el bienestar mediante servicios educativos y de salud de calidad, y todo esto en el tiempo largo.

Otro error grave de conceptualización es creer que este tipo de políticas solo las puede implementar el gobierno federal y de allí bajarlas a los estados y finalmente a los municipios.

Entonces si el gobierno federal no hace nada concreto, nada serio sobre el tema, si se queda en la retórica y la demagogia, los acuerdos mundiales como el que se dio recientemente en Paris sobre el cambio climático, serán un rotundo fracaso. Por no hablar del abuzo en cuanto a los salarios de los funcionarios involucrados en los programas, de las escaleras de moches y en general del despilfarro.

Es exactamente al revés, son los municipios los que deben impulsar proyectos de desarrollo sostenible en función de sus propias capacidades, su potencial y sus condiciones sociales concretas y específicas.

Algunos cuentan con una vocación hacia el desarrollo industrial y comercial; otros como el de Cholula, que aun cuando sigue siendo agrícola (cosa que pocos saben), se ha ido enfocando hacia el turismo.

Yo dudo mucho que los programas de desarrollo regional anunciados por la presidencia de la república lleguen a buen puerto si es que los municipios no rompen con los vicios de corrupción heredados.

Se requieren tres cosas, buenos proyectos de desarrollo sostenible, viables, buenas relaciones con los gobiernos estatal y federal para bajar recursos; y todo realizado en un marco de total transparencia, en el que participe la ciudadanía organizadamente vigilando, supervisando y auditando el proceso.

Para sí hablar de la solución a uno de los grandes flagelos que todavía corroen la vida política y económica de nuestro país: la corrupción.

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