Alejandro Mario Fonseca
¿Usted ha sentido miedo alguna vez? Se trata de una pregunta muy delicada para un “país de machos”. Y es que los mexicanos estamos educados para no sentir miedo: contamos con una herencia violenta, que a lo largo de varios siglos nos ha ido “inmunizando” contra ese terrible sentimiento de desasosiego.
¿De verdad? ¿Así de insensibles nos ha ido volviendo nuestra historia, nuestra experiencia cotidiana? No lo creo, se trata de una paradoja: el machismo mexicano, no es otra cosa más que un reflejo de un profundo miedo educado, heredado.
En otras palabras, el más macho es el que más miedo tiene. Por eso es muy macho, porque en lo más profundo de su corazón le tiene un inmenso miedo a todo. Los machos violentos no conocen el cariño, las buenas maneras: fueron “educados” en el abandono, en un ambiente hostil.
Quise escribir sobre el tema del miedo, porque poco a poco ha ido penetrando nuestra vida cotidiana, ya llegó a nuestras colonias, a nuestros hogares. Las agresiones, los robos y los asaltos ya se volvieron cotidianos. Y aunque van a la baja, el miedo se quiere explotar por parte del PRIAN: es la bandera de la señora Xóchitl Gálvez.
¿Qué es el miedo?
El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que
incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además, el miedo está relacionado con la ansiedad.
Existe miedo real cuando su dimensión está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro.
Ambos, miedo real y miedo neurótico, fueron términos definidos por Sigmund Freud en su teoría del miedo. En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que corresponden a las dos grandes teorías psicológicas que tenemos: el conductismo y la psicología profunda.
Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. El modelo de la psicología profunda es completamente distinto. En este caso, el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.
Más allá del miedo neurótico, el enfermizo, el que la psicología profunda encuentra en la niñez desatendida, en el barrio violento, en el que hay que “sobrevivir”; está el miedo cotidiano, el de estos tiempos de abuso, corrupción e impunidad. El que heredamos de los gobiernos del PRI y PAN.
La cultura del miedo y del terror
Pero antes de pasar a la crítica política, hago un paréntesis cultural. Las leyendas, los cuentos, las historias de miedo y de terror nos acompañan a los mexicanos desde la Colonia. Creo que los pueblos prehispánicos tenían también lo suyo.
Me acuerdo cuando el Padre Antonio en algún paréntesis del catecismo (yo tendría 5 o 6 años) nos contaba leyendas como la de La llorona. Era terrible, no podíamos dormir bien, pero nos gustaban. ¿Por qué nos gustaban y nos siguen gustando?
Desde niños, pero mucho más ya de grandes, nos sentimos atraídos hacia este tipo de literatura y en general de arte pintura, cine, etc.), porque nos estimula emocionalmente. Los principales protagonistas son brujas, ogros, demonios y demás seres insólitos, intensos y extraños que nos subyugan.
En el plano fisiológico este tipo de obras proporciona un aceleramiento cardíaco y respiratorio que por lo común termina en un desahogo final. Es más, hasta se vuelven adictivas: después de un sufrimiento ficticio pero intenso, viene la calma, el reencuentro con una realidad segura.
En la literatura está el núcleo duro del arte del miedo y del terror. Existe una gran cantidad de novelas y cuentos que se siguen leyendo en la actualidad, valgan algunos ejemplos. En la prepa leí a Edgar Allan Poe, el autor de El cuervo y muchos otros cuentos cortos maravillosos. También leí Drácula de Bram Stoker y Frankenstein de Mary Shelley; y ya un poco mayor me encontré a uno de los grandes maestros del terror, H. P. Lovecraft, que merece un comentario especial.
Miedo, ira, odio y sufrimiento
Bueno, pero una cosa es disfrutar de una buena novela o cuento de terror, o de una película (que también las hay muy buenas), y regresar a la seguridad de la casa, del barrio; incluso a la seguridad del café, o hasta del bar a tomar unas copas con los amigos y relajarse.
Y otra muy distinta vivir en un mundo en el que la realidad ya es el miedo y el terror mismos. Me acuerdo muy bien que de niño mi área de juegos era la calle, incluso de noche había seguridad en la vía pública.
Todo cambió desde el salinato, pero sobre todo desde la estúpida “guerra” de Calderón contra el narco, ahora tenemos que ser muy precavidos. La inseguridad ya se instaló en nuestra vida cotidiana. ¿Qué hacer? ¿Qué hacemos los humildes mortales?
Pues cuidarnos, sobre todo cuidarnos del miedo. Si, cuidarnos del miedo que nos quieren meter recargado los asesores que respaldan a la señora Gálvez. ¡Tengan cuidado! Porque el miedo se les puede revertir.
Y se les va a revertir el 3 de junio cuando vean los resultados de las elecciones: Claudia Sheinbaum va a ser presidenta y muchos de los que ya están en la fase del odio van a caer en el sufrimiento, en la depresión y la ansiedad.
Acuérdense de las sabias palabras del Maestro Yoda en la Guerra de las Galaxias: “El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti”,