Alejandro Mario Fonseca
Al parecer los mexicanos vivimos en un permanente estado de “Alzheimer colectivo”: nuestra memoria histórica a corto plazo es nula.
Hablo sobre todo de los líderes políticos del PAN y de lo que queda del PRI, pero también y sobre todo de sus agoreros de los medios de comunicación que resultan ser los más escandalizados.
“Es muy preocupante” dicen los expertos de la ONU: “se violaría el derecho internacional si la Guardia Nacional pasa a la Secretaría de la Defensa”.
Su principal argumento es que la medida puede aumentar el riesgo de abusos contra los derechos humanos, incluidas la tortura, la detención arbitraria, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales.
Y casi todos los medios a coro añaden: se va a concentrar el poder en la Presidencia de la República, vamos hacia la tiranía, hacia la dictadura comunista, etcétera.
Veamos con calma que pasó poco antes de la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrados y su proyecto de la Cuarta Transformación.
¿México socio estratégico de los Estados Unidos?
A principios del año 2018 Peña Nieto compró misiles a los Estados Unidos Me acuerdo que el anuncio causó sorpresa: “por primera vez México comprará misiles y torpedos a Estados Unidos”. “El armamento será entregado por el gobierno norteamericano una vez que el Congreso autorice la operación”.
Y sí, se trató de una compra inédita. Aunque desde hacía más de una década las fuerzas armadas mexicanas habían empezado a modernizar su armamento, hasta ese momento no había habido una adquisición así. Algunos nos preguntamos ¿para qué diablos México quería misiles misiles?
Para el gobierno estadounidense la operación, con valor estimado de casi 100 millones de dólares y anunciada en varios medios mexicanos, no se trataba más que de un beneficio propio. ¿Qué significaba esto? ¿Qué nos estaban obligando a comprarlos?
Los argumentos no eran convincentes. A la par de ser un país lleno de “sucios feos y malos” exportadores de “drogas y malvivientes”, como nos decía el loco Trump, también éramos un “socio estratégico”. ¿Eso es lo que estaban afirmando los especialistas? ¡Qué paradoja!
Sin embargo, Raúl Benítez del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, aclaró el malentendido, al considerar que “la operación incrementaba la confianza militar entre la Marina mexicana y el Pentágono”.
Y Benítez agregaba: “es una advertencia: la Marina tiene un equipo de combate cada vez más moderno y eficiente. “Básicamente es con fines disuasivos, pero está la posibilidad de que se pueda usar, sobre todo contra el crimen organizado que es la principal amenaza”.
Profundizar la guerra contra el narco
Y en esta última afirmación está la clave del asunto. No es que nuestro país pretendiera convertirse en una potencia bélica mundial, no, y mucho menos nos tragábamos que para Trump fuéramos un aliado estratégico en términos guerreros.
Ya bastante le hemos ayudamos al ejército norteamericano con nuestros compatriotas combatiendo en sus guerras políticas y comerciales, como para que ahora vengan a armarnos y entrenarnos
para que directamente lo hagamos ya como país. No, México no está capacitado para una guerra internacional moderna. Y qué bueno.
Se trataba de un problema de necedad. O todavía peor, de la degeneración del instinto que está en el fondo de todas las necedades. A Peña Nieto y sus asesores no les interesaba (como ahora a los prianistas) revisar seriamente el fracaso de la absurda guerra que inició Calderón contra los capos de la droga.
Algunos amigos aventuraban la hipótesis de que se trataba del inicio de lo que sería en el mediano plazo una nueva base militar norteamericana en México, para proteger sus intereses ya que el neoliberalismo empezaba a favorecerlos abiertamente.
Pudo haber sido. Pero a mí me daba la impresión de que sí el PRI o el PAN ganaban las elecciones en aquel año, la estúpida guerra ya perdida contra el narco se profundizará. No les importaban los muertos, la inseguridad, la drogadicción, etc. Mientras ellos siguieran conservando el poder y sus beneficios, nada importaba.
El protagonismo de J. J. Espinosa
Y como el tema se presta, aprovecho para comentar un problema casero. Resulta que un poco antes de la compra de los misiles, el alcalde de San pedro Cholula (el junior J. J. Espinosa) había anunciado con bombo y platillo un convenio con el Ejército Mexicano.
Creo que fue un poco antes de que se cambiara de partido y se pasara de Movimiento Ciudadano a Morena. Bueno, eso no importa mucho, el hecho es que el convenio significaba la aceptación tácita de que la policía municipal era insuficiente para el combate a la violencia y la inseguridad que iban en aumento.
Los feminicidios y el “huachicol” eran temas nuevos en la región del valle de Cholula. Algo había que hacer. Yo estaba convencido de que el Ejército nada tiene que hacer en las calles cumpliendo con tareas para las que no ha sido entrenado.
Pero como medida transitoria, “mientras capacitaban a nuestros policías era aceptable” dijimos muchos. Sin embargo, al calor de la contienda electoral, el alcalde regresó al protagonismo y se le ocurrió interponer ante la Suprema Corte de Justicia una controversia constitucional contra la Ley de Seguridad Interior. Pero se le olvidó explicarles a los jefes militares lo que iba hacer y porqué.
El resultado fue que de inmediato el Ejército se retiró de Cholula y estaban tan enojados que ni siquiera quisieron entregar la cartilla liberada a los prestadores del servicio militar. Otra vez: nuestro alcalde se había metido en conflictos innecesarios.
Conclusión
Los agoreros prianistas se equivocan de nuevo, más que escandalizados están delirando. Más allá del circo casero, poner al ejército a trabajar fue uno de los grandes aciertos de AMLO.
Así, el día de hoy las cosas han cambiado radicalmente, el Ejército mexicano ha resultado ser el principal aliado de la Cuarta Transformación y la Guardia Nacional ha sido capacitada para atender tareas ciudadanas. No hay nada de que preocuparse.
Además, ya para rematar, que bueno que el Ejercito mexicano está trabajando. Ya era tiempo de que los soldados salieran de los cuarteles, en los que esperaban participar en una guerra internacional (para la que nunca han estado capacitados) y se pusieran a hacer algo de provecho.