Alejandro Mario Fonseca
La principal responsabilidad de cualquier gobierno es la seguridad. El hecho de que AMLO, el presidente de México, haya pedido el apoyo del ejército para reforzar la seguridad, creando la Guardia Nacional ¿fue una mala señal, o una buena señal? En un principio muchos lo vimos mal. Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón.
Resulta paradójico que los panistas que encarnaron la iniciativa de apoyarse en el ejército para combatir a los carteles del narcotráfico el día de hoy responsabilizan a AMLO de la perniciosa inseguridad. Es más, mordiéndose la lengua aseguran que él también tiene a su García Luna.
¿Qué no? Entonces cómo explicar que en la protesta del pasado domingo, que originalmente era convocada para defender al INE, haya resultado en una denostación de las políticas de la 4 T de AMLO, específicamente en las que tienen que ver con la seguridad.
Y es que la consigna más destacada de la manifestación anti AMLO era precisamente “¿Quién es el García Luna de AMLO?” Y lo peor: acusando a AMLO de lo mismo, implícitamente se acepta la corrupción de los gobiernos de Fox y Calderón. ¿No se dan cuenta?
Primera tarea: Colaboración de los tres órdenes de gobierno
Y resulta que el presidente AMLO va por el camino correcto, lento pero correcto. Primero poner atención en cuál es la misión de nuestra policía (incluida la Guardia Nacional), y si está basada en objetivos de ejecución claros y en propósitos de dirección concretos; conocer sus procedimientos de operación y la consistencia de sus actuaciones.
Y lo más importante, saber si cuentan con sistemas de gestión en áreas de trabajo como planificación, presupuestos, desarrollo de la carrera policiaca, comunicaciones internas, etcétera. Toda esta información debería ser pública.
Si las autoridades en sus tres órdenes de gobierno se toman todo esto en serio, tienen dos tareas. Primero definir el perfil del policía comunitario o de proximidad que necesitamos, y segundo, probablemente la tarea más difícil: ¿cómo implementar este nuevo cuerpo de policía?
Así que todos deben colaborar, profesionalizando los cuerpos policiacos con el que los estados y municipios cuentan, en suma, modernizándolos, y lo más importante, pagándoles bien.
Y digo todo esto porque, por ejemplo, aquí en Cholula la violencia y la inseguridad siguen estando a la orden del día, aunque la alcaldesa de origen panista haga como que no pasa nada. Además, desde la administración de J. J. Espinosa se ha hablado en varias ocasiones del “policía de barrio” y muchos nos preguntamos desde entonces ¿dónde está?
Segunda tarea: la estrategia
Y vuelvo a insistir, el otro tema es el de la participación ciudadana. ¿Qué tan bien organizados estamos en nuestras calles, manzanas y barrios? ¿Cómo colaboramos con nuestras autoridades para garantizar la seguridad?
Y todavía más a fondo, ¿qué hacemos los ciudadanos, organizados o no, para monitorear los niveles de satisfacción social sobre cuán bien o mal la policía investiga las quejas y denuncias que hacemos?
Pero no basta con ello. Entre otros, ya desde el 2010 Edgardo Buscaglia, el especialista y académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México decía que el ataque a los carteles no podía ser únicamente policiaco o militar.
Su propuesta era similar a la aplicada en Italia contra la mafia, e incluía atacar la protección política al narcotráfico; desmantelar sus redes financieras y fomentar empleos y becas educativas para los jóvenes.
Por su parte Martín Barrón, del Instituto Nacional de Ciencia Penales, proponía además que se investigara el entorno social de los sicarios, para conocer las razones que los llevan a actuar con violencia.
Y es que, desde el calderonato, en el 2006 las acciones de las autoridades se habían limitado a un perfil militar, con el despliegue de 45.000 soldados en todo el país. La estrategia fue cuestionada por todos los especialistas, que reclamaban la ausencia de una política social que acompañara las operaciones policíacas y militares.
AMLO va en serio
La mayoría de los analistas que estábamos pendientes del problema vimos con tristeza como la “estrategia” de Calderón no fue otra cosa más que “taparle el ojo al macho”, como decimos los mexicanos.
Taparle el ojo al macho es una expresión popular originada en la práctica de los arrieros que cubren los ojos de las mulas para que no se espanten mientras las cargan. Se usa para indicar que algo será engañoso o habrá que disimularlo.
Los que necesitan que les destapen los ojos son los panistas y demás ignorantes que todavía creen en Calderón. AMLO sabe que los mexicanos no somos ni mulas ni ciegos y lo está haciendo bien, aunque poco a poco, con cuidado, como debe ser. Los cambios abruptos siempre fracasan.
Ya lo dije en un artículo anterior con relación a la estrategia italiana: La mafia no es una pandilla de ladrones, es un sistema en el que participan políticos, empresarios y delincuencia transnacional. Es un sistema de poder y de ganancia.
La mafia es el crimen organizado que hace alianza con todos los poderes, ya sean legales, ilegales o fácticos. La mafia hace uso de la comunicación de masas, de la economía, con las empresas y sobre todo usa a la política y a las instituciones.
El presidente López Obrador lo entiende muy bien y su estrategia ya empieza a dar frutos. Me atrevo a pronosticar que tras la sentencia de culpabilidad y de traición a México de Genaro García Luna, si no pronto, a mediano plazo veremos tras las rejas por lo menos a un ex presidente: hay que tener paciencia. ¿Usted qué opina?