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SÍ A LA REVOCACIÓN DE MANDATO

Alejandro Mario Fonseca

Hace ya casi una década que murió a los 92 años Giovanni Sartori. Fue un politólogo, especializado en el estudio comparativo de la política. Su obra es de las más destacadas de las ciencias sociales, contando con libros fundamentales como Partidos y Sistemas de Partidos, La política: lógica y método en las ciencias sociales y Teoría de la Democracia.

Visitó México varias veces, en 1996, la Universidad de Guadalajara le otorgó el Doctorado Honoris Causa a petición de un grupo de estudiantes del Departamento de Estudios Políticos y con motivo de sus valiosas aportaciones a la Ciencia Política. En 2007 le fue otorgado otro Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México.

A los científicos y artistas extranjeros México siempre les ha parecido un país exótico y la política no podía ser la excepción. Sartori permaneció atento a nuestro país e incluso acuñó el concepto de “sistema de partido hegemónico” (con referencia al PRI). Cuando vino a México contribuyó de manera importante a la discusión sobre la reforma política y electoral.

Sartori es un clásico que se inscribió en una tradición liberal que hizo compatible el elitismo y la democracia. En la más pura tradición del análisis weberiano, vio en el voto, ese “instante de la igualdad”, un mecanismo que permitía seleccionar a los mejores, reclutar a los más competentes, premiar a los más talentosos.

La sociedad teledirigida

El trabajo más importante de la última etapa de su vida fue, sin duda, su diatriba contra la televisión. The idiot box (la caja idiota), la pantalla, estaba transformando al ser humano a tal punto que ponía en riesgo su capacidad para ejercer su ciudadanía, sus obligaciones y sus derechos cívicos.

El Homo Videns era ya un ser incapaz de pensamiento abstracto. Sólo reaccionaba ante las imágenes. El argumento de Sartori era, naturalmente, una prolongación de su meditación sobre el régimen democrático. Sin reflexión no hay ciudadanía.

Sin ciudadanía no hay democracia. El ciudadano no es simplemente el agente que pone en marcha la maquinaria democrática con el botón del voto. Debe contar con la información crucial y aptitud para procesarla.

Subrayo estos últimos párrafos, porque son la clave del pensamiento crítico de Sartori sobre México. Estuvimos muchos años dominados por el ogro filantrópico (Paz), por una dictadura perfecta (Vargas Llosa) o por un partido hegemónico (Sartori); gracias a la ignorancia de nuestro pueblo.

Y vaya que la televisión ha jugado un papel esencial en esta triste historia. Y lo peor es que lo sigue jugando, aunque ya no tanto, porque la multimedia poco a poco está sustituyéndola. Primero la computadora y ahora el teléfono celular, están pasando rápidamente de instrumentos útiles para la vida moderna; a la esencia de una vida inútil consistente en sólo matar el tiempo: son de doble filo.

¿Quién es el responsable?

¿Y quién es el responsable de esta desgracia? Acaso nuestro pueblo, por flojo, por dejado… Acaso somos “sucios, feos y malos” tal como nos veían Donald Trump y sus corifeos. ¿O es un problema de genética? O también pudiera ser que el clima tropical es el que nos afecta, como alguna vez escuché decir a un gringo palurdo más loco que Trump.

Pues no, no es nada de eso, los mexicanos somos como cualquier otro ser humano del planeta, sin importar la raza o el clima. Pero lo que sí nos distingue es la élite abusiva y depredadora que nos gobernó hasta la llegada al poder de AMLO (al menos eso espero).

El pueblo mexicano fue dejado en el desamparo por la élite política y empresarial, que sigue siendo el grupo con mayor influencia en nuestra débil democracia, en nuestro capitalismo depredador.

La Revolución mexicana fue un fracaso. Hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas se llevaron con seriedad y honestidad los diferentes programas y proyectos de desarrollo y justicia social. Sin embargo, a la par del quiebre que significó el alemanismo, la educación se dejó a la deriva.

El último intento serio por reencausar la educación como un área estratégica para el desarrollo nacional fueron las reformas de Torres Bodet durante el gobierno de López Mateos. Después vinieron los cacicazgos sindicales de Jonguitud Barrios y de Elba Esther Gordillo y la educación simplemente se desplomó.

Pero regresando a la crítica de Sartori, la televisión fue el principal instrumento para envenenar a la sociedad mexicana con la idea de que ganar mucho dinero es lo más importante en la vida.

Desde su fundación en los años 50, pasando por Televisa, por TV Azteca y las de ahora; la televisión comercial se ha encargado de difundir la fe en el “valor de mercado” como la medida absoluta de lo que es importante y de lo que no lo es.

¡Sí hay que votar!

Así, la élite política empresarial con la televisión socavó todo aquello que no generara dinero: los valores humanos, el arte, nuestro patrimonio cultural, la solidaridad con las personas vulnerables, etcétera.

Y lo que hoy tenemos es un pueblo ignorante, pobre y abandonado en el desamparo por las élites políticas empresariales. Y al hablar de élites políticas, incluyo tanto a la derecha como a la izquierda; la clase política en general ha renunciado a sus principios e ideales por la moneda falsa del favor de los votos.

Y ahí estamos, nuestros políticos en campaña, cuando no se acusan los unos a los otros de las peores atrocidades, se limitan a la retórica de siempre: nuestra economía, su dinero, nuestro país, la seguridad, el empleo, la inflación, etcétera.

De casi ninguno escuchamos un programa, un proyecto real, que evidencie la consciencia de que la crisis económica, política y social, es de facto (de hecho) una crisis moral, de educación, que no será resuelta con mayor vigilancia, legalidad o castigos más duros.

Desde luego que estoy hablando en general y a propósito quise dejar para el final la excepción: Andrés Manuel López Obrador. Y es que viniendo del priismo y de la izquierda oficial, ha madurado a un político suigeneris: imperfecto sí, pero maduro, honesto y responsable.

Por ello es que yo sí voy a votar el próximo 10 de abril. Y es que no se trata de echar del gobierno a AMLO, sino de sentar el precedente de un ejercicio democrático garantizado en la Constitución. Se trata de la posibilidad de sacar del gobierno a malos ejecutivos que no cumplan con sus deberes, sean estos presidentes municipales, gobernadores o presidentes de la República.

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