Categories Opinión

POR UN PERIODISMO EDUCATIVO

Alejandro Mario Fonseca

Decía el maestro Siddhartha Gautama, el Buda, el iluminado, que la palabra correcta requiere de tres reglas: 1. Decir siempre la verdad; 2. Que esa verdad sea útil, sino mejor no la digas y 3. Hay que decirla de buen modo.

Pues bien, en el trabajo periodístico es difícil cumplir cabalmente con estas tres reglas. ¿Por qué? Pues porque de lo que se trata es de colaborar en el qué hacer cotidiano de la política y la administración pública.

La 4T avanza lentamente y resulta que, en los tres órdenes de gobierno, tanto en el federal como en el estatal y el municipal, se cometen muchos errores y abusos, que es difícil callar, porque sí no uno se convierte en cómplice. A esto hay que agregarle un entorno global decadente debido al capitalismo salvaje de Trump.

Así que a pesar de los riesgos que la labor editorial periodística conlleva, he intentado ser fiel a mis principios. Desde luego que me he equivocado, y siempre estoy abierto a recibir, todo tipo de comentarios y correcciones, tan solo esperando que también me los hagan de manera honesta, sin mentir, buscando un intercambio positivo y provechoso.

No a la guerra sucia en política

En mí columna he intentado, además de ser crítico, desde el punto de vista del análisis político, no desde la óptica del insulto, de la denostación; también desarrollar un género propio (toda la vida he sido maestro) de periodismo educativo.

Y es que muchas veces los analistas del quehacer político se olvidan de los lectores y escriben como si todo mundo contara con el vocabulario especializado de las ciencias sociales. Por eso procuro siempre en mis notas incluir conceptos claros tomados de textos o de enciclopedias.

Mi objetivo es el de ir contribuyendo poco a poco a la formación de un público lector con suficiente discernimiento como para tomar decisiones propias en el quehacer cotidiano de la vida política.

Hay que romper con los viejos vicios del periodismo fácil y ramplón dedicado a aprovecharse de la ignorancia. No estoy de acuerdo con la utilización de los medios como un instrumento de manipulación política: me opongo rotundamente al “chayote” en todas sus presentaciones.

Tampoco estoy de acuerdo con la utilización de los medios como armas para destrozar y denigrar (vea usted, sobre todo en las redes de Internet hasta dónde ha llegado el abuso). Así que hay que decir y muy fuerte ¡no a la guerra sucia en política!

El romanticismo: un contrapeso del racionalismo

El romanticismo, es un movimiento cultural y artístico que me apasiona; ya hubo alguien que me tachó de romántico. No lo soy, pero me gustaría mucho haberlo sido.

Por suerte o por desgracia, no lo sé, fui educado en un férreo racionalismo científico. Lo que no quiere decir que no me interesara por otras corrientes culturales y artísticas, sobre todo por los románticos.

A la par de los racionalistas leí a los románticos alemanes que en México se pusieron de moda a fines de los años 60. Cuando tenía 17 años mi papá me regaló María Antonieta una biografía de la reina

María Antonieta de Austria escrita por el autor austríaco Stefan Zweig.

Fue una delicia, después leí Magallanes, Fouché, y otras obras también de Sweig. Para mí fue una introducción al mudo del romanticismo. De allí, salté a las obras ya plenamente románticas de otro alemán: Hermann Hesse.

Y vinieron muchos otros, pero nada como los músicos románticos, sobre todo Ludwig van Beethoven. Yo diría que es el prototipo del romanticismo alemán y mundial. Tendría yo 16 años cuando escuché por primera vez su Séptima Sinfonía: lloré en el segundo movimiento: el Allegretto. Pero ya me estoy desviando del tema original. ¿Qué es el romanticismo?

Beethoven el héroe romántico

El romanticismo surge en Europa ya entrado el siglo XIX cuando poetas y filósofos aseguraban que lo más noble que puede hacer un hombre es servir a su propio ideal interior, sin importar el costo.

“El ideal se presenta bajo la forma de un imperativo categórico: obedece la luz interior que está en ti porque en ti está encendida, y eso es razón suficiente”.

Para Isaiah Berlin, el historiador de las ideas, Beethoven fue el paradigma del héroe romántico. Tosco, ignorante, pobre, mal vestido, apartado del mundo, torpe en lo que a problemas prácticos atañe, mal portado, grosero y violento en sus relaciones con los demás seres humanos; pero un ser sagrado porque está plenamente dedicado a un ideal.

El romántico desafía al mundo de todas las maneras posibles, nunca se vende, es íntegro y fiel a sus principios, a su vocación, a la creatividad: a la cual entrega su vida.

Por todo ello es que me halagó que alguien me considerara romántico, e insisto me gustaría mucho haberlo sido.

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