Por Redaccion
En 1548 el regidor Hernando de Villanueva recibió del Ayuntamiento un solar para erigir una ermita dedicada a Nuestra Señora de los Remedios. Esta ermita se ubicaba en el camino real a Atlixco, camino que con el tiempo se convertiría en uno de los cuatro ejes que dividieron a la ciudad de Puebla, la actual avenida 16 de septiembre. Al año siguiente, 1549 la ermita obtuvo la merced de otros tres solares. La tradición según Cerón Zapata y Mariano Fernández de Echeverría y Veytia refiere que el regidor Hernando de Villanueva se recuperó milagrosamente después de una lidia invocando a Virgen de los Remedios tras lo cual y en gratitud erigió la ermita colocando su imagen en el altar. Para su mejor cuidado y asistencia Villanueva la cedió en 1552 al gremio de los sastres quienes a su vez se erigieron en cofradía dos años después. Veytia sugirió que la construcción de la ermita quizá este ligado a la celebración de corridas de toros que antiguamente se celebraban en el sitio de la actual plazuela del Carmen.
La orden de los Carmelitas llega a Puebla
Para 1585 llegan los primero Carmelitas Reformados de la nueva España, los carmelitas descalzos fueron la última de las órdenes mendicantes en llegar a Puebla, pues ya se habían establecido en la ciudad los franciscanos, agustinos y dominicos. Para 1586 el obispo Diego Romano de Tlaxcala (1578-1606) solicita la fundación de un convento en la Ciudad de los Ángeles, hoy Puebla, ofreciendo para tal motivo la antigua ermita de Nuestra Señora de los Remedios. La lejanía de dicho santuario respecto a la Plaza Principal de la ciudad había hecho que se perdiera el cuidado en él, por lo que se solicitó a los carmelitas su presencia para atenderlo y salvaguardarlo, quienes instalaron ahí su noviciado hacia julio de ese año. Pronto, el templo se volvió uno de los más suntuosos e importantes de la ciudad. El obispo Diego Romano les entregó entonces la ermita de los Remedios, a cargo del gremio de los sastres, y por parte del ayuntamiento recibieron tres solares más, procediendo los carmelitas a construir su templo y convento. La fundación se realizó el 26 de junio de 1586 con la licencia de Felipe II de España y la anuencia del Virrey Álvaro de Villa Manrique y Zúñiga, con cédula firmada en San Lorenzo el Real.
En el plano de Medina de 1754 se observan las dimensiones del convento cuyos terrenos se extendían hacia el sur por lo menos cuatro manzanas comprendiendo una capilla independiente, y en las entonces, famosas huertas de peras que aparecen en los planos de Careaga de 1856 y 1863, Veytia por su parte menciona que los religiosos carmelitas sacaban provecho de su venta, fruto de sus extensos perales traídos originalmente de su finca en el pueblo de San Ángel cercana a México. Hugo Leicht menciona una relación extraña con la etimología del nombre “Carmel” en hebreo “viña” de su orden y su interés por la agricultura pues a los carmelitas se les atribuye la introducción de la alfalfa en Puebla desconocida hasta finales del siglo XVIII. Para asegurar el éxito de sus cosechas las huertas recibieron mercedes de agua casi desde la fundación del convento en 1586, así recibieron el preciado líquido de aguas sulfurosas del llamado ojo del Matadero ubicado en el Paseo Bravo, las aguas del ojo de San Pablo ubicadas más al norte de este último y las de un manantial que brotaba en las laderas del cerro de Guadalupe al oriente de la ciudad.
El Panteón de Santa María del Carmelo
Frente al convento y al atrio sobre la calle de la Puerta Falsa del Carmen o también llamada del Arbolito, hoy 16 de septiembre estaba ubicado el Panteón de Santa María del Carmelo fundado en 1844 por los mismos religiosos carmelitas en respuesta a las leyes emitidas desde 1827, que prohibían las sepulturas dentro de los templos, costumbres nocivas y malsanas que los convertían en “depósitos de corrupción” causantes de las epidemias. El mismo ejemplo lo siguieron los templos de San Francisco en 1848, el de San Antonio al año siguiente y los de la Concordia y de la Merced, casi todos ellos de gavetas o columbarios a imitación de los sepulcros romanos de los primeros siglos.
El decreto de 1826 ordenaba que la extensión de los cementerios fuese del triple del número de muertos al año, debido a que se necesitaban tres años para la descomposición de los cadáveres. Para 1878 se prohibió el uso de gavetas y se establecieron panteones provisionales en los atrios de San Sebastián, San Matías, San Miguelito, Santa Ana, Santiago apóstol y San Juan del Río hasta la aparición de los panteones civiles como el Municipal. Este panteón, según una descripción posterior, tenía cuatro corredores que lo cerraban de 83 m. de largo con 96 columnas góticas con sus arcos al interior bajo los cuales se ordenaban las gavetas, su portada era similar a la del panteón de San Antonio, también hoy inexistente. En 1880 el panteón se clausuró y fue derrumbado en 1891 al mismo tiempo que se efectuó la exclaustración definitiva de los carmelitas. Hugo Leicht en los años 30, describe como aún existen los arcos y vestigios de las gavetas. En el Museo Regional se conservan las momias de una mujer y un niño que fueron encontrados en este panteón.